La resiliencia es la capacidad que vamos desarrollando las personas para afrontar situaciones o eventos difíciles, atemorizantes, dolorosos, decepcionantes sin derrumbarnos o quebrarnos. La resiliencia se construye a partir de las de las experiencias internas y externas, las cuales a su vez se ven mediadas por el entorno.

A continuación proponemos cinco pautas para facilitar el desarrollo de la inteligencia emocional y por lo tanto la resiliencia en los niños/as:

5 pautas para desarrollar la resiliencia Infantil 

 

pautas para desarrollar la resiliencia infantil
  1. FACILITAR EXPERIENCIAS: la interacción social es el vehículo a través del cual comprendemos el mundo y a nosotros mismos. También propicia la autonomía y la capacidad de elección, características de una persona resiliente.

Experiencia de apego: con un vínculo de apego seguro, el niño/a tiene la libertad para explorar el mundo porque sabe que hay una figura confiable, estable y cercana; esto se expresará en la manera como reacciona frente a las experiencias difíciles. Por ello, el contacto verbal y no verbal con las figuras de apego es fundamental: las caricias, el contacto visual, el tono y las palabras que elegimos. La resiliencia es la manera como gestionamos el afecto, por ello el apego seguro incide directamente en nuestra regulación emocional a lo largo de la vida.

Experiencia en el juego: es fundamental ya que permite de manera simbólica vivir diversas experiencias con distinta carga emocional; estas inciden en el desarrollo afectivo, facilitando espacios para entre otras cosas, tolerar la frustración, solucionar problemas o generar ideas.

Experiencia social: tener la posibilidad de explorar diversos espacios fuera de casa como parques, comercios, ir al supermercado y desde luego el contexto escolar, implican la interacción con distintos tipos de personas en diversas situaciones con lo cual se desarrolla la flexibilidad cognitiva, factor fundamental para afrontar las crisis y regular las emociones ya que permite la adaptación a los cambios.

  1. SER EJEMPLO: los niños/as aprenden de la manera como los adultos reaccionamos frente a la adversidad. Son unos observadores natos y esa es una gran fuente de aprendizaje significativo; muchas veces pensamos que por ser pequeños no se dan cuenta de nuestras reacciones emocionales, pero justamente las mismas son las que captan con mayor facilidad. Si frente a un problema reaccionamos de manera desproporcionada decimos palabras catastróficas o tenemos actitudes derrotistas, el niño/a aprende que frente a esas situaciones se adjudica tal intensidad y tipo de emoción. Si por el contrario, damos lugar a las emociones que ocurren así sean negativas de una manera regulada y enfocada en soluciones el niño/a también lo irá interiorizando. Por ejemplo, en vez de decir: ¡ahora qué vamos a hacer, no hay salida! podemos decir: “aunque ahora mismo no sabemos qué hacer , seguro pensaremos en algo”.
  1. VALIDAR LAS EMOCIONES: muchas veces creemos porque así se nos ha enseñado, que las emociones negativas no se deben expresar; si un niño/a se enfada le decimos: “no te enfades”, si está llorando: “no llores”, si le ha pasado algo que le afecta “no pasa nada”, si tiene miedo: “no tengas miedo” y les enseñamos que sentir ese tipo de emociones es malo y que la manera de resolverlo es callándolo, por lo tanto no aprenden a gestionar dichas emociones ni a darles lugar de una manera natural en sus experiencias. 

Validamos las emociones ayudando a la expresión emocional: estas llorando, supongo que estás enfadado/a o triste, o tienes miedo tras darle un espacio donde pueda expresar libremente la emoción podemos preguntar: ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué piensas? ¿Sientes alguna molestia en tu cuerpo? Así ayudamos también a discriminar las emociones: que aprendan a diferenciar entre el enfado, la tristeza, la frustración etc.

  1. GUIAR LA EXPERIENCIA EMOCIONAL:   Una vez se han validado las emociones, podemos sugerir alternativas para la gestión de las mismas: “se que tienes miedo, es una sensación desagradable ¿verdad? “ Podemos poner ejemplos de cuando hemos sentido miedo…”¿un abrazo te ayudaría a relajarte un poco? Una vez se ha relajado un poco la activación fisiológica por ejemplo a través de un abrazo o una caricia o beber un vaso de agua, podemos proponer alguna solución: “¿Cuándo te sientes seguro/a y valiente? Según su respuesta podemos integrarlo en la situación y si no lo sabe nosotros podemos darle ejemplos donde hayamos visto seguridad; esto ayudará a que encuentre recursos internos que faciliten el afrontamiento.

Por último, una vez el niño/a haya identificado lo que siente y sus recursos, podemos proponer acciones que ayuden a regular la intensidad de la emoción; por ejemplo respiración, alguna lectura, y acciones concretas que incrementen la seguridad; si ponemos el ejemplo del covid-19, podría ser el lavado de manos en lugar de ¡no toques!. Guiar la experiencia no implica ser directivo sino proponer, preguntar y tomar decisiones en conjunto.

  1. PRACTICAR LA EMPATÍA: a partir de las experiencias de los demás también podemos aprender, esto incluye el desarrollo de la escucha y la generosidad. De manera ajustada a la edad del niño/a también podemos contarles cuando estemos pasando por un momento difícil y permitirles aportar algo ya sea ayuda práctica o alguna idea para mejorar la situación. De igual manera, compartir experiencias de otros niño/as que han pasado por momentos difíciles y han logrado superarlo o propiciar experiencias por ejemplo de compartir alimentos, juguetes o tiempo con personas que pasan dificultades. Las metáforas también son un excelente vehículo para ponerse en el lugar del otro, a través de historias, personajes resilientes con los que se puedan identificar.

Resiliencia: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional

Te compartimos esta fantástica charla con Boris Cyrulnik sobre la resiliencia, ya que para poder ayudar a nuestros hijos a desarrollarla, nos vendría bien experimentarla nosotos mismos. 

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