Hola, soy Catalina, uno de los momentos que más me emocionan dentro de la terapia, es cuando la persona que acude a consulta se da cuenta en sus experiencias lo que ha construido en las sesiones.

Este escrito lo realizó J en un momento muy difícil de su vida tras la ruptura de una relación afectiva importante, y  haber trabajado mucho sobre sus emociones y actitudes.

Este ejercicio de escritura refleja una maravillosa resiliencia para superar, soltar y crecer en medio del dolor; J me e autorizó a compartirlo y espero que vosotros podáis crecer tanto como yo al leerlo, no os perdáis la oportunidad de conocerlo, es increíble!:

 

 La barra

 

“Quiero contarte sobre mi última relación. No fue con una chica o chico. Era una simple barra de metal en la playa. No se como llegó allí ni quiero saberlo pero me ayudó mucho.

 

Al principio estaba muy motivado por la rabia, despecho y frustración y fueron mi combustible por mucho tiempo.

La barra me enseño a apreciar esos sentimientos y hacer uso positivo de ellos en vez de negarlos a mi y a los demás.

 

Más pronto que tarde aprendí de ella que levantar mi propio peso es difícil. Que la gente o alguna trampa podían ayudar, pero no siempre había alguien o algo.

 

Me demostró que no puedo levantar a mi yo del pasado, más delgado y atlético. Solo puedo levantar al que está aquí y ahora.

Cada día en la mañana me levantaba e iba a verla. Cuando me despedía sentía mucho cansancio, pero a lo largo del día me daba cuenta que me sentía más activo gracias a ella.

Al cabo de un tiempo en las manos me aparecieron callos y me dolía mantenerme colgado, pero un poco después, cuando se endurecieron, era capaz de soportarme más tiempo, no solo de la barra sino de cualquier saliente o roca. Dolía igual, si, pero llego incluso a hacerlo con dos dedos.

 

Me di cuenta que a veces debemos dejar estar el dolor para aprender a soportarlo.

Me dolían los músculos pero después de sanar estaban más fuertes. Esos músculos crecieron e incluso al soportar mi espalda dejo de doler. Enfrentarnos a los problemas de hoy pude ayudar a resolver los del pasado.

 

Sudé mucho y al principio comentó el error de limpiarme sin más. El sudor tiene la función de refrescar nuestro cuerpo y supe que mis lágrimas tienen la función de refrescar mi corazón. No tengo vergüenza de llorar o sudar porque se que están allí para llevarme más lejos. Podía mentirle a la gente sobre cuántas parras podía hacerme, pero nunca podía mentirle a la barra.

 

Cuando terminaba mis ejercicios siempre me sentaba a meditar en la arena. Un día abrí los ojos y me die que estaba disfrutando de un amanecer fresco e imparable. “No hace falta disfrutar solo de lo que haces, sino de las cosas que suceden a tu alrededor”.

 

Desarrolle un sentimiento increíblemente fuerte de agradecimiento a esa barra, pero no fue hasta hace poco que aprendí que en realidad me agradecía a mí mismo. Soy yo quien se levantó, soy yo quien sufrió, soy yo quien aprendió y disfrutó.

Todavía estoy enfadado contigo y no confío en ti, pero espero que te aguantes en la barra como tú veas mejor”.

 

 

 

 

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